El concepto de “Ciudad Inteligente” fue evolucionando a lo largo de los años, hoy se define como una simbiosis entre “inteligencia” y “sustentabilidad”. Por lo tanto, para pensar en una “Ciudad Inteligente” debemos contemplar aspectos tanto físicos como sociales. La tecnología, sin dudas, agrega valor, incluso permite generar nuevas alternativas que no habíamos considerado, pero no siempre necesitamos recurrir a estas herramientas para empezar trabajar. Lo primordial será crear un marco de trabajo y una base fuerte para crecer.
El concepto de “Ciudad Inteligente” fue evolucionando a lo largo de los años, hoy se define como una simbiosis entre “inteligencia” y “sustentabilidad”. Por lo tanto, para pensar en una “Ciudad Inteligente” debemos contemplar aspectos tanto físicos como sociales. La tecnología, sin dudas, agrega valor, incluso permite generar nuevas alternativas que no habíamos considerado, pero no siempre necesitamos recurrir a estas herramientas para empezar trabajar. Lo primordial será crear un marco de trabajo y una base fuerte para crecer.
Sobran lineamientos y recomendaciones, como ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de la ONU, Guías de Ciudades Inteligentes de CEPAL o del BID, con enfoques en desarrollo sostenible, transporte, energía o vivienda. Esto nos dice que no hay una única receta a seguir que nos permita asegurar que al final obtendremos una ciudad inteligente y, sobre todo, sustentable.
Argentina, con más de 65 localidades de más de 50.000 habitantes, es el segundo país más urbanizado de la región. Por este motivo, poseer políticas unificadas y de ciudades sostenibles resulta particularmente necesario para nuestro territorio, dado que son una herramienta fundamental para afrontar los desafíos que presenta el mundo moderno. Pero, ¿por dónde empezamos?
Las ciudades son organismos vivos y cambiantes, necesita mecanismos que permitan tomar su pulso, analizar cómo y en qué medida las soluciones implementadas la afectan. Esto se puede lograr con algo muchas veces desestimado por la obviedad que sugiere: diagramar un plan con objetivos claros y metas a corto, mediano y largo plazo, que identifique prioridades e indicadores que ayudarán a cuantificar el trabajo realizado y medir su éxito.
Nadie conoce mejor la ciudad, que aquellos que la habitan. Por eso resulta fundamental hacer partícipes a los ciudadanos, no sólo como usuarios, sino como actores decisores o impulsores de nuevas ideas. Los hackatones, competencias o plataformas colaborativas locales son suelo fértil para esto, allí, el rol del gobierno será el de identificar y conectar iniciativas independientes y establecer un objetivo común.
Luego tenemos la digitalización de procesos, la consolidación y apertura de los datos. Contar con fuentes actualizadas y relevantes de datos, además de aumentar la confianza que los ciudadanos sienten hacia sus gobernantes, permite la trazabilidad de recursos y, en contextos desafiantes como el que nos toca vivir, entender mejor cómo y en qué ritmo el COVID-19 afecta a la población y responder de forma adecuada y rápida.
Estas fuentes de datos, combinado con herramientas tecnológicas e inteligencia artificial como Watson, Weather Company y Cognos permiten diseñar soluciones como la que IBM desarrolló recientemente en conjunto con el estado de Atlanta, que tienen por objeto mostrar el avance de la enfermedad por municipio, región o provincia, estudiar tendencias, anticipar demanda de recursos y, a su vez, disponibilizar los datos al público, para que los científicos, especialistas de datos y medios, puedan realizar investigaciones exhaustivas y de calidad basada en datos reales.
Hoy estamos más conectados que nunca. El aislamiento obligatorio nos empujó a la digitalización, esto presenta una oportunidad para impulsar la participación cuidadana. Los nuevos canales de comunicación y los datos, bien gestionados, permiten conocer mejor las necesidades, capacidades, idiosincrasia y limitaciones de nuestra ciudad. Debemos aprovechar estas herramientas y utilizarlas para identificar las problemáticas relevantes para la localidad y recursos con los que se cuentan, para utilizarlos de forma eficiente y sostenible en el diseño de soluciones. La tecnología, como complemento, no como dependencia, acompaña y acelera la comunicación y el desarollo de la población, haciéndonos cada vez partícipes y dueños del conocimiento. Más inteligentes.