Smart Cities y Gobiernos Locales

Por Lucas Lanza, Presidente de la Fundación Sociedad de la Información para las Amércias y Director de SmartCity TNG

Definir conceptos nuevos siempre resulta complicado y por supuesto, más aún, cuando lo que se intenta definir involucra una serie de interacciones que están en constante evolución. Pero la tarea se hace más ardua cuando existen legítimas, necesarias y variadas perspectivas de abordaje del fenómeno que se quiere describir, como es el caso de las Smart Cities y sus múltiples aproximaciones: desde una perspectiva medioambiental, arquitectónica, urbanística, tecnológica, política o cívica, por citar sólo algunas.

Una ciudad inteligente no define a una entidad u objeto estático sino a un proceso amplio y en continua mutación. De hecho, si tuviésemos que colocar el concepto en una línea de tiempo podríamos ubicarlo como el resultado evolutivo y extendido de dos nociones anteriores, hoy en día ya anacrónicas: gobierno electrónico (uso de las TIC en los procesos internos y en la prestación de servicios del Estado) y Ciudad Digital (ciudades que se encaminaban a la digitalización de su información).

Esa característica dinámica y evolutiva hace que sea necesario poner en el centro del análisis al actor que es el encargado natural de catalizar y adaptarse a esos desafíos: los gobiernos. Por eso, cuando hablamos de una ciudad inteligente también estamos hablando necesariamente de los gobiernos que las administran, de sus capacidades y sus limitaciones. Y no sólo de aquellos al frente de las grandes metrópolis, sino también los de las pequeñas localidades.

En la noción de ciudad inteligente, la cuestión del tamaño no es determinante ya que lo que hace smart a una localidad no son sus estructuras sino los procesos y, como tales, son adaptables a cualquier escala. A pesar de ello, muchos municipios pequeños todavía siguen creyendo que el desafío “smart” le compete sólo a los grandes centros urbanos. Esa idea, bastante arraigada, se basa en dos premisas falsas:

  • que el camino hacia una ciudad inteligente requiere de aprobación de grandes proyectos y planificaciones a largo plazo, para los que no siempre se cuenta con los consensos políticos necesarios;
  • que implica altos costos tecnológicos imposibles de afrontar para una pequeña ciudad.

En primer lugar, habría que señalar que la planificación a largo plazo en la gestión pública (y en todo tipo de gestión) es un proceso fundamental. De hecho, por lo general, todo aquello que se planifica de este modo termina siendo considerablemente más eficiente y efectivo. No es el caso de la planificación de una ciudad inteligente ya que existe una barrera insalvable: la velocidad de evolución de las tecnologías de la información y el conocimiento de estas.

En este sentido, planificar a largo plazo sobre la base de herramientas que evolucionan de una manera extremadamente veloz es ineficaz porque se tendría que hacer sobre proyecciones que, por naturaleza, serían muy inexactas. De hecho, hasta la ciencia ficción se queda corta en sus especulaciones. Por ejemplo, el año 2015 fue descrito por la película de los años 80, Volver al Futuro (Back to the Future), detallando una serie de innovaciones extraordinariamente precisas, que incluso se dieron mucho antes de lo que imaginaban sus guionistas.

Por eso, un mega plan que intentase estipular a 30 años una política basada en TIC sería un esfuerzo que quedaría obsoleto, en el mejor de los casos, a los cinco años de haberlo impulsado. Lo mejor, en ese sentido, es ir incorporando pequeñas innovaciones sobre la base de una visión clara. Cualquier municipio está en condiciones de seguir este enfoque de marco general de progreso.

En segundo lugar, es cierto que las Smart Cities están ligadas necesariamente al ritmo de las nuevas tecnologías porque los gobiernos y las instituciones también lo están. El célebre ingeniero y profesor de la Universidad de Stanford, Paul Saffo, lo define de una forma contundente: “…en la era de Internet, las tecnologías digitales son el solvente que despega el adhesivo de las instituciones tradicionales”.

Pensar a las Ciudades Inteligentes escindidas de la tecnología es un sinsentido, pero la importancia del rol de la tecnología no se traduce necesariamente en altos costos. Los gobiernos no tienen por qué desarrollar las innovaciones, sino que pueden adaptar a sus necesidades lo que el sector privado previamente ha creado.

Esta dinámica tiene su lógica profunda: resulta mucho más eficiente planificar basándose en lo que ya existe que hacerlo sobre lo que ni siquiera sabemos que existirá. Es cierto que por lo general el Estado, en especial en América Latina en donde todavía persisten déficits estructurales graves, no se puede dar el lujo de invertir en riesgo, pero la realidad es que ese costo ya está asumido y de forma eficiente por otros actores capaces de transferir tecnología a precios extremadamente bajos, cuando no gratis.

Por eso, el desafío de las ciudades para convertirse en “inteligentes” no pasa por cuestiones de dimensión, plazo o desarrollo de herramientas propias. Pasa por aprender a dialogar y generar interfaces válidas y dinámicas entre lo público y lo privado y un equilibrio entre la política y la tecnología. Pero, sobre todo, pasa por generar vínculos realistas entre las soluciones, sus implementaciones, los problemas de las ciudades y sus actores, independientemente de cuál sea el tamaño: grande, mediana o pequeña.

Entrevista a Lucas Lanza, por CorLab

¿Qué necesitaría una localidad para convertirse en una ciudad inteligente?

Desde mi punto de vista, una ciudad se vuelve más inteligente cuando utiliza sus recursos y capacidades de manera eficiente, creando valor,  mejora de servicios y que promueve una participación y colaboración entre los diversos actores de la sociedad en pos de una mejora en la calidad de vida y cuidado del medio ambiente.

¿Qué importancia deberían darle los Gobiernos Locales al concepto ciudad inteligente? ¿Por qué?

Es una obligación de quienes gobiernan trabajar en pos de una mejora de la calidad de gobierno y servicios que brindan, en este sentido la innovación y el concepto de hacer más “inteligente” su gestión se vuelve fundamental en un mundo que avanza aceleradamente y que demanda nuevas soluciones a los problemas y demanda que diariamente tienen los ciudadanos y las organizaciones dentro de la sociedad. 

¿Cuál es el diagnóstico que haces en cuando al nivel de avance de las ciudades argentinas en este tema?

Creo que existen muy buenos equipos y recursos humanos tanto en ciudades grandes como en pequeñas de la Argentina. De todas maneras creo que la innovación debería estar más ligada al cumplimento de los objetivos (hacer más inteligente y eficientes a los gobiernos y a las ciudades) que al estar puramente orientado a las implementaciones tecnológicas. Veo que muchos gobiernos locales se centran en la producción de tecnologías y no en que esas nuevas herramientas alcancen el cumplimento de las metas para las cuales han sido creadas.   

¿Cuáles son algunas recomendaciones o buenas prácticas conocidas que pudieras brindarnos?

Me parece fundamental que los gobiernos no se vuelvan “desarrolladores de Software”. Seguramente las tecnologías ya están creadas por otros, con más I+D, profesionalismo y experiencia. Creo que el desafío es focalizarse en cambiar a la organización y no tanto en la creación de las herramientas. En que las tecnologías funcionen bien, con procedimientos definidos, con los recursos humanos capacitados y con el control de cumplimientos de metas acorde a lo planificado.  

Lucas Lanza

Presidente de la Fundación Sociedad de la Información para las Amércias. Fundador y Director de Smart City TNG. Fue Secretario de Innovación y Tecnología de la Municipalidad de Tigre (2011-2014). Becario del Programa de Liderazgo del Departamento de Estado de los Estados Unidos y del Programa de Líderes Internacionales de la Oficina de Asuntos Exteriores del Reino Unido.  

https://www.linkedin.com/in/lucaslanza/

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